Las lechuzas (género Tyto) son aves rapaces nocturnas que pertenecen al orden Strigiformes, el cual está formado por las familias Tytonidae, a la cual pertenecen, y Strigidae. A diferencia de los búhos, presentan un característico disco facial en forma de corazón. Curiosamente, este disco facial también actúa como un tipo de “antena parabólica” encargada de captar y distribuir el sonido hacia los oídos, que se ubican a diferentes alturas. De esta manera, tienen la capacidad de conocer la posición de algo, ya sea objeto u organismo, en función del sonido. A este fenómeno se le conoce como “ecolocalización”. Por otro lado, sus ojos están en posición frontal, lo que les permite calcular la profundidad y ver en tercera dimensión (SEOBirdLife, 2018).
Otra peculiaridad de las lechuzas es que, al ser de hábitos nocturnos, sus plumas están adaptadas, para no generar sonidos al volar, es decir, tienen una estructura especial para amortiguar la fricción con el aire, convirtiéndolas en depredadores temibles (SEOBirdLife, 2018). Este hecho se explica por tres razones principales: 1) las plumas de la parte anterior de las alas son rígidas, por lo que peinan el aire al volar, 2) las plumas de la parte posterior de las alas poseen cerdas suaves como pincel, lo que provoca que el aire pase lentamente sin hacer ruido alguno, y 3) su plumaje está cubierto por una sustancia aceitosa que no permite que se genere sonido.
Tan solo con mencionar algunas características de las lechuzas es posible reconocer que son aves fascinantes. Sin embargo, la realidad es otra. Tristemente, desde hace tiempo, se les asocia con la muerte. Se consideran “aves de mal agüero” debido a su actividad nocturna y a los sonidos que producen. Las creencias populares les han generado una mala reputación hasta el punto de verlas como algo maligno o hasta como “brujas”, lo que, en consecuencia, ha propiciado que las maten indiscriminadamente (Anónimo,2019). Esta situación junto con la pérdida y destrucción de su hábitat las ha puesto en una situación alarmante. Por esta razón, no debemos darle importancia a las supersticiones que surgieron desde tiempos prehispánicos, lo que debemos saber es que las lechuzas son fundamentales para mantener el equilibrio ecosistémico, ya que son excelentes controladores de roedores, puesto que se estima que consumen alrededor de 1,000 por año (Anónimo, 2019), son sensibles a los cambios ambientales, así que también fungen como indicadores biológicos.
Ahora ya lo sabes. Cuando veas una lechuza no debes asustarte, al contrario, debes sentirte afortunado por poder apreciarla y, a la vez, tranquilo al saber que el ecosistema está sano y funcionando adecuadamente.
Referencias – para saber más
Anónimo. (2019). Lechuzas y búhos, ¿Aves de mal agüero? El nuevo siglo.
SEOBirdLife. (2018). 20 cosas que (quizá) no sabías sobre el Ave del Año, la lechuza.